Una de las formas que existen de interpretar la prosperidad de una sociedad es medir la diferencia entre la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres. Cuando menor sea dicha diferencia, mayor prosperidad habrá. Es decir, cuanto más asentada esté la clase media (la que se encuentra entre los ricos y los pobres), más potente se podrá considerar a dicha sociedad.
Esta máxima es fácil de trasladar al mundo del fútbol. Nos encontramos con ligas como la inglesa o la alemana en las que las diferencias entre “ricos” y “pobres” existen, evidentemente, pero no son tan grandes como para evitar que exista una clase media fuerte, capaz de dar un susto a cualquiera en cualquier momento. O de dárselos a ellos mismos en forma de mala temporada y hasta segundazo. Por otro lado, hay otras competiciones en las que ocurre todo lo contrario, y el ejemplo más famoso es el escocés, aunque a partir de ahora habrá que ver qué pasa una vez uno de los actores principales (el Rangers) ha desaparecido del tablero. En España, hace tiempo que llevamos una deriva peligrosa que nos acerca al caso de estos últimos. Eso lo sabemos todos y ya hay movimientos para tratar de evitar que sigamos por ese camino tan peligroso. El dato del reparto del dinero de las televisiones es demoledor cuando se compara entre competiciones. De esto se ha hablado mucho, y lo que te rondaré morena. Es, quizás, lo más destacable de todo este embrollo, pero hay otros detalles, puede que menos llamativos, que lo confirman de igual manera. Toda empresa busca el beneficio, esto es algo que se cumple siempre, y las televisiones no lo son menos. Son dichas televisiones las que se están cargando el fútbol español con su exagerado afán lucrativo. Son ellas las que han aumentado de forma dramática la diferencia entre ricos y pobres en nuestro fútbol, o sea, las que han disminuido la prosperidad del mismo, o lo que es igual, su competitividad. Y como consecuencia de esa política que ellos han llevado a cabo, nos encontramos con que la liga española ha quedado reducida a Real Madrid y Barcelona, mientras que el resto carece en absoluto de interés. Esto lo sabemos todos, pero es que son las propias televisiones las que están teniendo que modificar su forma de actuar para adaptarse a lo que ellos mismos han provocado. El monstruo que han creado les está obligando a cambiar de posición.
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